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31 de mayo de 2014

ALQUIMIA DE LA VOZ

I



Me agrando el corazón para el caído,
para el ascua que lucha con la nieve.
Para el sol que perdura cuando llueve
y calienta a los pájaros sin nido.

Para el férreo metal que, conmovido
con la mano del hombre, tierna y leve,
somete su vigor, porque se debe
al golpe que lo tuerce convencido. 


Me agrando el corazón aunque a mi muerte
me tilden de voluble, como el viento
que prende desatino en la campana.

Me agrando el corazón porque es mi suerte
sentir la puya, níscalo sangriento,
que a la entrega le borra la desgana. 

Antonia María Carrascal




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