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27 de febrero de 2015

CONVOCATORIA POETICA

Ha llegado el cuarto día y traigo un poema de mi libro "El latir de la piedra"
"Ha llegado el cuarto día y traigo un poema de mi libro "El latir de la piedra"

Es la casa quien más recuerdos tiene
                                                         de tu huella.
La casa tiene cuerpo de escalón
                                y recua en tobogán 
                                              de cueva tauromaquia.

Ha llegado al hematíe
y ninguna solución se le aclimata
a la fuga de incógnita
que tu pecho desprende.

La casa tiene hálito
de lágrimas sin párpado
y pregunta qué fue de tus manos insonoras,
qué ha sido de tus manos
que ya no indican a cada pájaro su sitio, 
ni disponen los frutos en la rama
ni rocían de silencio los rincones.

Estabas ahí ayer
preguntándome los nombres de las cosas,
explicándome tus versos de galaxia
predispuesta al asombro,
sol naciente, 
                       niña infinita
que no tendrá confín cabe la muerte.

Vacío de aliento y de zapatos
busco en el aire el paladar del lecho,
la dulce anatomía de sábanas pesebre,
 semáforos de insomnio
pendientes de un cordel de esquizofrenia.

Y he cerrado la puerta siempre, siempre de ida
para buscarte en una copa de jazz
que acceda nuevamente nueva
a estos labios cansados de suicidio."

Es la casa quien más recuerdos tiene 
de tu huella.

La casa tiene cuerpo de escalón

y recua en tobogán 
de cueva tauromaquia
Ha llegado al hematíe
y ninguna solución se le aclimata
a la fuga de incógnita
que tu pecho desprende.
La casa tiene hálito
de lágrimas sin párpado
y pregunta qué fue de tus manos insonoras,
qué ha sido de tus manos
que ya no indican a cada pájaro su sitio, 
ni disponen los frutos en la rama
ni rocían de silencio los rincones.
Estabas ahí ayer
preguntándome los nombres de las cosas,
explicándome tus versos de galaxia
predispuesta al asombro,
sol naciente, 
niña infinita
que no tendrá confín cabe la muerte.
Vacío de aliento y de zapatos
busco en el aire el paladar del lecho,
la dulce anatomía de sábanas pesebre,
semáforos de insomnio
pendientes de un cordel de esquizofrenia.
Y he cerrado la puerta siempre, siempre de ida
para buscarte en una copa de jazz
que acceda nuevamente nueva
a estos labios cansados de suicidio.

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