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6 de septiembre de 2016

LA CEBADA AL RABO

Van ya dos años y el burro sigue vivo. Cierto es que en estos últimos meses, arrullada por rebuznos ajenos a esta sección de mi blog, la cebada estuvo a punto de perderse en los silos del olvido. Pretendo, a partir de ahora, revitalizar y modificar sus espigas para que vuelvan a ser alimento de los autores de nuestro tiempo, vivitos y coleando, lejanos aún de que los Sabios Doctores o las Academias decidan que ya es tiempo de ponerles "La cebada al rabo"

Inicio hoy esta nueva andadura con la reseña del libro "Volver a Guajanauto", del que es autor Manuel Quiroga Clérigo y debida al también narrador y poeta Eugenio Mancera Rodríguez.

Memoria y nostalgia en Volver a Guanajuato  de Manuel Quiroga

Eugenio Mancera
México

Volver a Guanajuato, libro de poesía de publicado por la editorial Guanajuatense “Azafrán y Cinabrio”, que dirige el Doctor Benjamín Valdivia, es el testimonio del poeta que da fe de su presencia, la que se vuelve memoria y nostalgia, en las calles de la ciudad de Guanajuato, México. Y es que, para un mayor conocimiento de la obra, nos permitimos señalar que los poemas de Volver a Guanajuato fueron escritos en diferentes periodos y circunstancias del autor, español viajero que tienen siempre en su agenda a la América que habla español o portugués. Algunos  de esos interesantes poemas corroboran la presencia del sociólogo y poeta viajero en las bellezas plazas y callejones y otros románticos lugares de esta ciudad mexicana, antigua y caprichosa en estructura urbana, al ser escritos en la propia ciudad; tal vez después de recorrerla en sus intrincados laberintos; en sus plazas abiertas, mirando sus permanentes cielos azules. Aunque los poemas, en su mayoría, fueron escritos en Madrid o en sus alrededores, donde suele residir  el autor la mayor parte de año; otros, en su casa de verano de san Vicente de la Barquera frente al mar santanderino; alguno más, en alguna de sus estancias breves en Nueva York. Estos poemas, los escritos desde la lejanía de Guanajuato, hacen de la memoria recobrada de la ciudad y del sentimiento de nostalgia, que es también dolor de ausencia o de distancia, su materia poética fundamental. 
Los poemas, en mi concepto, son entonces  un recuento de memorias –las de los viajes y de las presencias en los escenarios de Guanajuato-que, en las palabras de los versos, paulatinamente se van traduciendo en la recuperación tangible de los actos vividos, pero más aún, en nostalgia –es decir, en deseo de presencia- de los lugares recordados por el poeta en los fríos inviernos madrileños cuando escribió algunos de ellos.

La recuperación de la memoria de la experiencia del autor en la ciudad de Guanajuato no sólo conforma con las imágenes de los hechos, los lugares y las personas; el poema busca convertirlos en experiencia y en presencia reales y sentimentales, que aún no son memoria y, sobre todo, en acto compartido. El poema es el instrumento de la compartición, conduce al lector no sólo al escenario objeto de la memoria, sino a la experiencia de la nostalgia- la memoria recobrada en la tristeza, en la plenitud de lo vivido y en deseo de retorno- se convierte, en experiencia corporal, real, táctil, visual de la que el lector es cómplice, es decir, vuelve real lo que es imagen en el recuerdo. Para lograr este fenómeno de la conversión, el poema requiere de la imagen que sólo pueden construir las palabras.  La frase construida expresa, entonces, la singularidad de los objetos urbanos asociada a la experiencia real; la del poeta que camina, vive y se adentra en la textura de los objetos de una ciudad que, a fuerza de describirla y experimentarla, va haciendo suya.
En el proceso de interiorización y compartición del poema interviene primeramente la memoria –la que busca preservar las imágenes de lo vivido—y su conversión en nostalgia, en experiencia sensible que se recupera gracias a las palabras. Volver a Guanajuato  es la recuperación de la memoria convertida, en la nostalgia, en experiencia del sentimiento. Sobre la memoria, escribe el poeta en “Un poema en Guanajuato”:  
Es una villa hermosa de ventanales limpios
con sus cielos y espadas rodeados de azul.

En el mismo acto de recuperación de la memoria, escribe en “Guanajuato por fin”:

¡Guanajuato por fin! El dulce paraíso
ahora permanece en el lugar de siempre
con toda su ternura y su olor de verano.
Ya no existen las sombras ni las oscuras aves.
Guanajuato es la historia de  un mundo reluciente
con calles que aparecen en las rutas del sueño
y bellos sortilegios de espacios sosegados.
Antiguas primaveras vuelven a las fachadas,
van borrando suspiros de nubes y de hoteles,
llenan de blancas nubes túneles y vaguadas
y hay mujeres que nacen a los tranquilos siglos
con todo su esplendor de sirenas perfectas.

Pero la memoria de la ciudad va convirtiéndose en nostalgia o en imagen sensible. Escribe en “Vivir la tentación”:

Regresar nuevamente al lugar tan cercano
en que surgen los sueños inocentes y limpios
es esperar volver para siempre a Guanajuato.
Es sentarte de nuevo en un parque dorado
y escuchar ya sin prisas la música solemne
que se eleva constante a cielos azulados
o dormir impasible en los cerros silentes.

La nostalgia, la que expresa el sentimiento de ausencia en el poeta por la distancia y la lejanía de Guanajuato, es también ilusión del regreso o de permanencia eterna en la ciudad: […] es esperar volver para siempre a Guanajuato.  Al respecto, escribe también en “Volver a Guanajuato”:

Buscaremos diálogos en algún horizonte
deseando volver un día, cualquier día,
a la intensa ciudad de Guanajuato.

Y dice en “Recuerdo”:
Ofrezco mi alegría
 para vivir un otoño feliz en Guanajuato.

Hay en Manuel Quiroga una necesidad de arraigo en los lugares que han formado parte de sus innumerables viajes por el mundo: México, Sudamérica, Oriente, Europa del Este. Constituyen la esencia o testimonio real de su paso por el mundo. La poesía se le ofrece como una forma necesaria de volver concreto lo que ya es memoria: la necesidad de preservar la imagen de los lugares que no son solo una imagen turística, la del viajero que transita sin dejar rastro, sino una experiencia vital donde puede conocer, tratar y amar los lugares mismos y las personas que los habitan. Al volverlos hecho humano, dejan de ser simple memoria y se convierten en nostalgia, deseo de presencia; sentimiento triste de ausencia. Guanajuato se  ha convertido en la obra del autor–como se han convertido Nueva York o París o cualquiera de las ciudades que forman parte de su recurrente memoria- en un emblema de vida; en un reflejo constante de su deseo de pertenecer y dialogar con el mundo; en un arraigo permanente en las cosas, los lugares, las personas. Más aún, son las dimensiones de las cosas, los lugares y las personas, es decir, sus colores, sus luces y sombras, sus cielos, sus vientos… las que otorgan a Manuel Quiroga, como sujeto del poema que escribe, su razón de ser, de estar en el mundo. Le son necesarios para vivir como para dar vida, por medio de las palabras, a la poesía. Requiere, en su condición de viajero y habitante del mundo, de la propia poesía para establecer esta comunión de su condición humana, de su condición de poeta, con el mundo. Sólo la poesía le permite lograr esa necesidad de arraigo; esa posibilidad de vincularse estrechamente, por medio de la palabra como si ésta fuera cuerpo, con las dimensiones reales y concretas del propio mundo.
Reconoce Manuel Quiroga  la caducidad de su condición mortal y acude a la poesía como una forma de eternización y de preservación de su propia condición humana. Al arraigar en el mundo, en escenarios como Guanajuato, logra, al menos en la poesía, una forma de salvar la inexorabilidad de la muerte. Los seres con los que vincula en sus itinerarios, paisajes, calles, casas, personas, árboles, ríos, mares, contribuyen, al ser imagen o nostalgia en la poesía, a esa salvación. 

Eugenio Mancera Rodríguez
Profesor de la Universidad de Guanajuato
Celaya (México)

4 comentarios:

  1. Buena reseña nos presentas, amiga. Muchas gracias.

    Abrazos

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  2. Me da mucha alegría saber de ti, José. Como verás, he tenido el blog parado durante bastante tiempo. A partir de ahora, irá creciendo con otras cositas de mi autoría o de otras personas. La cebada al rabo está abierta para todos. Un abrazo.

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  3. Ya veo que regresa ese burrito con las alforjas llenas. Espero que te cunda tu tiempo y nos sigas ofreciendo su carga poética poquito a poco.- Besos

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  4. Grande es el cariño que le tengo a ese burrito, amigo mío. Espero que pueda seguir acarreando sus alforjas llenas de buena literatura. Besos grandes.

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