Imagen tomada de la red |
La reciente muerte de Alicia, una mujer que se suicidó hace unos días a la espera del deshaucio de su casa, me ha traído a la mente este micro que escribí hace cinco años.
Destrozo
Empezó por el ajuar y los muebles. Los destrozó
con el mismo mimo con que los había colocado años antes y fue apilando los
harapos y astillas en el centro del salón. Le siguieron los electrodomésticos a
los que no sacó alimentos, ni ropa de colada, ni la grasa del último horneado.
Tras duros esfuerzos, consiguió arrancar los sanitarios y el fregadero y
procedió a machacarlos junto a lo demás a golpe de martillo. Descolgó los
cuadros, títulos y retratos; arrugó los lienzos y estampas, deshizo los marcos
y engrosó con ellos el considerable montón que se erguía en el suelo.
Después de beber un largo trago en el chorro del
grifo, cambió el martillo por el mazo recién comprado y asestó el primer golpe
sobre la pared del baño. Le siguieron las de la cocina, las de los dormitorios,
las que del salón daban al pasillo…
Se vistió con lo mejor de su ropa que había
reservado, colocó el único sillón no sacrificado sobre la alta montonera y se sentó a esperar.
Allí la encontrarían, unas horas más tarde, los
agentes que habían de proceder al desahucio.
Antonia María Carrascal