Mañana feliz la del pasado domingo en la recepción del primer premio de relato del XXI certamen Javier Santos García en El Viso del Alcor por UN DULCE TRÁNSITO del que soy autora. Mis felicitaciones a los demás premiados. Copio aquí el relato ganador.
UN DULCE TRÁNSITO
«El chico puede despertar de un
momento a otro», le había dicho el médico hacía unos instantes, y a Mónica le
pareció que ya podía llevar a cabo el propósito que concibió hacía un mes. Sacó
de su bolso un objeto que guardó en el bolsillo de su abrigo, tomó el ascensor
y salió a la calle.
Libre por fin de la asepsia
hospitalaria, cruzó el jardín y aspiró con agrado el olor de las plantas
regadas por la lluvia reciente. Eran las trece treinta. Tengo tiempo, se dijo,
y apresuró el paso. Esta vez fue el aire enrarecido por la contaminación de los
coches el que se apoderó de sus pulmones.
En sus pesquisas anteriores, había
averiguado que la oficina a donde se dirigía cerraba a las catorce en punto.
Después de todo, pensó, es una suerte que todo esté en el mismo complejo: el
hospital, la funeraria, el tanatorio… Mientras caminaba, recordó sus tiempos de
estudiante. El viejo Freud había establecido un paralelismo entre Eros y
Thanatos, como un binomio entre los cuales transcurre la vida. Eros, como
principio vital, el amor que todo lo une y que da impulso, y Thanatos, el dios
heleno de la muerte. Pero a ella le había tocado además “bailar” con el hermano
gemelo de Thanatos: Hipnos, dios del sueño y, en cercana analogía con este,
sueño del que cabe la posibilidad de no despertar.
A las trece cincuenta, atravesó la
puerta que avisó de su llegada con un lúgubre tintineo de campanas. Como un
espectro que toma cuerpo, una figura pálida, menuda y enlutada se alzó, rodeó
la mesa de despacho y le retiró la silla. Cuando Mónica estuvo sentada, el
personaje anduvo unos pasitos hacia atrás inclinado en semireverencia, rodeó
nuevamente la mesa y ocupó el sillón del otro lado. Solo entonces, en tono
triste y una octava más baja de lo que cabía esperar, el hombre saludó.
—Funeraria EL DESCANSO a su
servicio, señora. ¿En qué podemos ayudarla?
Mónica controló la repulsa que la
dominaba y extendió los labios con una sonrisa seductora.
—Me gustaría saber cuánto cuesta
morirse.