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29 de octubre de 2019

RECEPCIÓN DE PREMIO DE RELATO


Mañana feliz la del pasado domingo en la recepción del primer premio de relato del XXI certamen Javier Santos García en El Viso del Alcor por UN DULCE TRÁNSITO del que soy autora. Mis felicitaciones a los demás premiados. Copio aquí el relato ganador.


UN DULCE TRÁNSITO


«El chico puede despertar de un momento a otro», le había dicho el médico hacía unos instantes, y a Mónica le pareció que ya podía llevar a cabo el propósito que concibió hacía un mes. Sacó de su bolso un objeto que guardó en el bolsillo de su abrigo, tomó el ascensor y salió a la calle.

Libre por fin de la asepsia hospitalaria, cruzó el jardín y aspiró con agrado el olor de las plantas regadas por la lluvia reciente. Eran las trece treinta. Tengo tiempo, se dijo, y apresuró el paso. Esta vez fue el aire enrarecido por la contaminación de los coches el que se apoderó de sus pulmones.

En sus pesquisas anteriores, había averiguado que la oficina a donde se dirigía cerraba a las catorce en punto. Después de todo, pensó, es una suerte que todo esté en el mismo complejo: el hospital, la funeraria, el tanatorio… Mientras caminaba, recordó sus tiempos de estudiante. El viejo Freud había establecido un paralelismo entre Eros y Thanatos, como un binomio entre los cuales transcurre la vida. Eros, como principio vital, el amor que todo lo une y que da impulso, y Thanatos, el dios heleno de la muerte. Pero a ella le había tocado además “bailar” con el hermano gemelo de Thanatos: Hipnos, dios del sueño y, en cercana analogía con este, sueño del que cabe la posibilidad de no despertar.
A las trece cincuenta, atravesó la puerta que avisó de su llegada con un lúgubre tintineo de campanas. Como un espectro que toma cuerpo, una figura pálida, menuda y enlutada se alzó, rodeó la mesa de despacho y le retiró la silla. Cuando Mónica estuvo sentada, el personaje anduvo unos pasitos hacia atrás inclinado en semireverencia, rodeó nuevamente la mesa y ocupó el sillón del otro lado. Solo entonces, en tono triste y una octava más baja de lo que cabía esperar, el hombre saludó.
—Funeraria EL DESCANSO a su servicio, señora. ¿En qué podemos ayudarla?
Mónica controló la repulsa que la dominaba y extendió los labios con una sonrisa seductora.
—Me gustaría saber cuánto cuesta morirse.

El tipo se revolvió en su asiento, juntó extendidos los dedos de ambas manos, llevó los índices a su frente de pliegues horizontales y cerró los ojos por un instante. Luego, con las palmas abiertas hacia arriba, como si transmitiera al mundo la paz de su alma, susurró con sonrisa beatífica.

—Verá, señora, EL DESCANSO solo se hace cargo de los cuerpos ya sin vida.
La mujer reconoció que no se había explicado bien y concedió.
—Perdone. Es eso exactamente lo que deseo saber: cuando una persona muere, ¿a cuánto asciende su sepelio?
—Eso depende. ¿El finado se encuentra en esta misma ciudad o requiere traslado? Hablamos, supongo, de un adult…

—Sí, por ejemplo. Mire, señor…
—Ah, perdón. Ángel Redivivo, director y gerente de la empresa desde mil novecient…
—Ángel Rediv… ¡Curioso nombre para regir una funeraria!
—Ah, sí… El apellido es casual. El nombre… Mi padre tenía un peculiar sentido del humor. Siendo yo hijo único y suponiendo que un día heredaría la empresa… Pero, perdone, la estoy distrayendo de su duelo.
—¿Qué duelo?
—Su familiar fallecido. ¿O acaso era un amigo?
—Curiosidad. Es solo curiosidad. Verá, señor Redivivo. Una coge un día un periódico y repara en las esquelas, las muertes súbitas… ¡Los accidentes! Y de pronto, reflexiona. Algún día tiene que suceder, ¿no? Y echa a ver que no tiene seguro de… ¿de deceso se llama?, y piensa que hay que ir ahorrando para no dejar a la familia con más dolor económico que afectivo. ¡Cuánto?
—Pues… Ya le dije. Depende de… El básico lleva féretro de fabricación nacional en madera barnizada y color a elegir… Tres mil quinientos euros, con traslado en coche de alta gama, corona con dedicatoria… Cuatro mil si hacen uso del servicio de tanatorio.
La mujer empezaba a divertirse y decidió: «No estaría nada mal rizar el rizo».
—Y, ¿no me podrían enterrar simplemente envuelta en una sábana?
—¡Señora!
—Ah, sí, sí, lo siento. Es que se cuentan tantas cosas… Qué sé yo: catalepsias, estados de coma. Hábleme, por favor, de algo de lo que se pueda salir fácilmente, llegado el caso.
—Verá, señora…
—Mónica. Llámeme Mónica a secas.
—Pues bien, señora Mónica. Todo eso pertenece ya al pasado. Hoy hay métodos…
—Es que… ¡me da tanto miedo! Soy claustrofóbica, ¿sabe? Y al pánico que ya de por sí me da la muerte… Si me enterraran…
El señor Redivivo pensó que aquella mujer estaba loca, pero que si no la atendía debidamente, alguien podría poner en entredicho la seriedad de su empresa. Así que hizo acopio de paciencia y añadió:
—Pero, mujer, la muerte no es más que un dulce tránsito, una bendita puerta a un estado de gracia que…
—Habla usted como si ya hubiera pasado por ella.
—Precisamente. Un accidente, un desagradable accidente. Fue aquí mismo, en esta misma esquina. Un niñato, con perdón, se metió con la bici debajo de mi coche. Me mandó contra una farola y perdí el conocimiento.
—¡Cuánto lo siento! Eso es un poco como estar muerto, ¡verdad? ¿Podría ver una foto de los féretros esos de que me habla?
—Por supuesto. Voy por los catálogos.
El hombre se levanta y desaparece hacia la trastienda como quien arrastra el alma. El móvil de Mónica la saca de sus pensamientos.
—¿Diga? Sí, sí, soy su madre ¡Qué ocurre? Ay, Dios mío, ¡qué alegría más grande! Dígale… dígale que en media hora estoy ahí… No, no, en diez minutos. Dígale, dígale que… ¡que llego enseguida!
El señor Redivivo vuelve con varios catálogos y una reproducción en miniatura de un féretro, de veinte por cinco centímetros.
 —¿Ve? —dice mostrándolo abierto—. Aunque es el modelo básico, es muy bonito. Olvidé decirle que también puede elegir el color del terciopelo interior.
Mónica mira de soslayo el feretrito de juguete. «Ah, los juguetes», piensa.
—Y en plomo o cobre, ¿no los harán?
—No, señora —responde y traga saliva para disipar la irritación.
—Es que, si hay que estar necesariamente bajo tierra, vale; pero ¡me dan tanto asco los gusanos!
—Los gusanos, señora mía, los produce la corrupción de la carne.
—¡Ay, dios mío, qué angustia! No, mejor no sigamos por ahí. Y, el personal de servicio, ¿qué tal es? Por nada del mundo quisiera yo que… ya sabe, la fuerza de la costumbre puede haberlos hecho… insensibles. No quisiera yo que no fueran lo bastante considerados con mis dolientes… ¿Podría conocer a alguno? Si hay alguno ahí dentro…
El tipo da un ligero golpe con la mano abierta sobre el borde de la mesa. Luego sonríe azorado y pasa la mano repetidamente sobre el mismo lugar, como si con ello quisiera borrar el golpe.
—Mire, doña Mónica. Son las 14:15 y debería haber cerrado hace ya un cuarto de hora. Ya no queda nadie. En realidad, me iba cuando usted llegó. Mejor viene otro día y hablamos con más tranquilidad.
—Sí, sí, tiene razón.
La mujer mete la mano en el bolsillo de su abrigo y se pone de pie. Ya próxima a la puerta se vuelve y pregunta: Y ese chico, el del accidente, ¿cómo quedó?
—Pues no sé, señora mía. Lo llevarían al hospital, supongo…
—¿No fue usted a verlo? ¿No se ha interesado por él? Hubiera sido un acto de humanidad, ¿no le parece? Creo que alguien me comentó que el chico lleva un mes en coma.
—¡Sólo me faltaba encima perder el tiempo en visitas hospitalarias! Para eso están los médicos, señora. Me dejó el coche completamente rayado y he gastado un dineral en pintarlo de nuevo.
La mujer da un paso adelante. Casi toca con la suya la cara del hombre.
—Pues, a ese gasto, sume los cuatro mil euros del sepelio, porque he venido a matarlo.
Mónica saca una pistolita, como las de jugar a los polis, y la apoya en los labios del señor Redivivo, que se pone aún más pálido de lo que es, que boquea un poco y que se echa mano al esternón, como si quisiera agarrarse a su corbata negra, que no consigue sostenerlo.
Mónica guarda la pistola sin utilizar. Se agacha sobre el tipo y ve que se ha meado. «La muerte solo es un dulce tránsito», sonríe, y se vuelve veloz al hospital a abrazar a su hijo recién salido del coma.






13 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Gracias, corazón. Estoy muy liada, pero a ver si te puedo llamar durante la semaña y charlamos un ratito. Un beso.

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  2. Felicidades, querida Antonia. Magnífico relato.

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    1. Muchas gracias, compañera. Me alegro de que te haya gustado. Va inmerso en el libro COMO SI FUESEN PERSONAS que es mi primer libro de relatos. Estoy ilusionada. Un abrazo.

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  3. Buen relato. Felicidades por el premio.

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  4. Enhorabuena mi querida Nelly!! El relato es digno de ganar el premio!! Me ha encantado!!! Un abrazo!!

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    1. Gracias, querida Lola. Estoy ilusionada con el premio y la próxima publicación del libro que lo contiene. Un abrazo grande.

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  5. Como buen relato que es me ha mantenido en tensión hasta que su cierre me ha contado la historia que realmente querías relatar. Enhorabuena por el merecido premio.

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  6. Celebro que te haya mantenido el interés hasta el final y haber conseguido que el final dé la clave de la historia. Gracias por tu comentario, amigo. Un abrazo.

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  7. Enhorabuena, amiga. Pronto nos veremos. Un abrazo

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  8. Magnífico de verdad. No me extraña para nada y me alegra un montón que te hayan dado el premio.

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  9. Muchas gracias, querida Pepi. Celebro que te haya gustado.

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