Hay en este libro poemas cuantiosos, refinados, de gran belleza, musicales.
De la pluma de Manuel Quiroga Clérigo, secretario general de la Asociación Colegial de Escritores de España (ACE España), me llega esta reseña de mi libro "El hombre que te habita"
ANTONIA MARÍA CARRASCAL: “¿QUERRÍAS TÚ
SEMBRAR UN BOSQUE?”.
PUBLICA
“EL HOMBRE QUE TE HABITA”, EDÍLICA, SEVILLA, 2014, 62 PÁGS.
Termino
de leer el precioso poemario de Antonia María Carrascal “El hombre que te
habita” cuando escucho la triste noticia del cierre del Café Comercial de
Madrid, lugar donde la vida se hacía literatura y donde la poesía solía tener
algunos escaños. Era notoria la presencia de interesantes escritores, como ya
rememorara Camilo José Cela, en “La colmena” y, últimamente, entre la serie de
poetas anónimos y de enamorados casi furtivos, pudimos conversar largamente con
Tomás Segovia, un creador muy estimado por varias generaciones.
Pero
enseguida llega otra noticia terrible. Perú rescata de la selva a 39 mujeres y
niños que durante 30 años han sido retenidas por Sendero Luminoso, tras haber
sido las mujeres destinadas a ser esclavas sexuales y cuyos hijos, nacidos debido
a las violaciones que sufrieron sus madres, estaban siendo adoctrinados en las
enseñanzas del maoísmo para ser destinados a la guerra contra el ejército y el
estado peruano.
Luego
está todo lo demás, Rajoy rodeado de su cohorte con promesas y más promesas, la
condena a muerte del hijo de Gadafi, Grecia y sus exigencias a los malvados
europeos, Obama refrendando con su presencia a los gobiernos escasamente
democráticos de Kenia y Etiopía, la cuestión catalana de la que ya hablaban
Joaquín Costa y Pí i Margall , los depredadores de la Bolsa, la muerte del
abuelo de la Reina Letizia, que no es reina de ninguna parte porque la
Constitución sólo habla de un Rey y no de sus parientes, Ana Patricia Botín
nombrada consejera del primer ministro británico a ver si así la banquera llega
a fin de mes, la protección de Villar de Cañas como reserva para las aves
(grullas, avutardas y sisones), a fin de evitar la instalación de un
cementerio, denominado almacén temporal de residuos nucleares. De un trabajo
para mi hija o mi sobrina no se dice nada.
Este
es el mundo en que vivimos, el mundo que nos habita, diríamos, casi con
palabras de la escritora sevillana. Así que poco pueden hacer los poetas ante
tal estado de cosas; incluso muchas veces sus versos se quedan olvidados en
cajones antiguos. Pero, pese a todo, la poesía existe y sigue siendo parte del
universo de las desigualdades y violencias que suelen desconocerse.
Y
entonces vuelvo a las páginas de la hermosa recopilación de versos de Antonia
María. Y leo la primera cita del libro, que es de José Luis Sampedro, el tan
recordado: “No hemos aprendido a vivir como humanidad, la humanidad está por
hacer”. Llega la primera parte del volumen, titulada “Al pie del infortunio”,
donde el ser humano, el planeta Tierra, la amargura cotidiana, los afectos y
otras cuestiones conforman un espacio de reflexión y, a veces, de preocupada
ternura en que, efectivamente, el mundo de las noticias suele estar presente
incluso desgarradora y tristemente. “En este suelo, el hombre-escribe la autora
en el primer poema-/agota manantiales hasta exprimir la teta que amamantar
podría estériles eriazos;/rastrea su intestino/para inmolar en piras/el calor
de su sangre;/volcánica erupción de muerte dolorida”. Si, la poesía también
forma parte de todos los secretos de un mundo a la intemperie, entonces, poco
importa que las editoriales presten escasa atención a la labor de los poetas o
que no se compren sus libros o se remunere su trabajo. El segundo poema de este
libro es “Hoy el hombre camina conmovido”; sólo tres de sus versos ya se
yerguen como un monumento a la realidad de nuestra época: “Alarga la mirada/y
contempla la vida en decadencia/al pie del infortunio”. Es la historia del ser
humano cuyo trágico fin es, simplemente, una oscura meta pues se encuentra solo
ante todas las adversidades. Así que caminar por esos senderos no es fácil
pero, a veces, puede tenderse una mano, desear una cercanía con los demás,
analizar los afectos que pueden acompañarnos. Por todo ello, tal vez, la autora
de “Rumbo a Gaia”, una interesante muestra de literatura juvenil, pregunta:
“¿Querrías tú sembrar conmigo un bosque?”. Falta hace sembrar, plantar árboles,
cuidar el entorno cuando vemos que en estos veranos ardientes la simple
desgracia, el descuido de seres irresponsables o algunos aborrecibles
intereses, como pudimos conocer en la Galicia de hace veinte o treinta años,
son capaces de destruir bosques enteros, arrasar senderos, calcinar castaños,
devastar fauna y flora sin más contrapartida que el dolor y la miseria para
todos. Dos sonetos seguidos, “Yo quisiera encontrar un nuevo credo” y “El
hombre no me ofrece la esperanza” nos hablan del ser desvalido, egoísta y
desasistido. “La paz le pido. Que avaricie olvide”, leemos. Luego llegan los
sueños, o el sueño, la situación de la mujer en las sociedades caducas y
ciegas: “Hermana escarnecida:/en el vientre gestante universal,/como son tus
verdugos, ¡eras libre!,/pero fuiste a caer en las coyundas/que los bueyes
pusieron en tu cuello”. Y eso sin mirar a otras esferas, a esas religiones de
la opresión y el odio, a esas sociedades de la avaricia y la ingratitud.
Posiblemente no se tenga en cuenta el valor de la vida, tanta es la necedad, la
brutalidad de determinados individuos que el escuchar en una televisión a una
especie de asno con zapatos que “la mujer es algo de usar y tirar” las
personas, digamos racionales o decentes, se sienten avergonzadas aunque tales
actuaciones no suelen conmover a las fiscalías, juzgados o autoridades, pero sí
es cierto que el desprecio más profundo recae contra quienes profieran tales frases
y, además, actúan de tal manera.