RUMBO A GAIA

HABLEMOS UN POQUITO DE GAIA, LA MADRE TIERRA

 Según la hipótesis de Gaia, la atmósfera y la parte superficial del planeta Tierra se comportan como un todo coherente donde la vida, su componente característico, se encarga de autorregular sus condiciones esenciales tales como la temperatura, composición química y salinidad en el caso de los océanos.

 La hipótesis propone que los organismos vivos y las materias inorgánicas de nuestro planeta forman parte de un sistema dinámico que da forma a la biosfera de la Tierra. La propia Tierra se considera un organismo con funciones autorregulatorias.

Me vais a permitir que os comente un acontecimiento que refuerza esto que digo.

 Un reciente estudio sobre unas pequeñas medusas, las salpas, ha llegado a la conclusión de que éstas, procedentes de las gélidas aguas antárticas y mares del norte, están proliferando en aguas más cálidas llegando a cubrir zonas de más de 100.000 km2. Se da el caso de que su alimentación es el plancton marino, que ahora está más sobrecargado de carbono, que es el responsable del calentamiento global, y pueden consumir el 74 % de ese fitoplancton en un día; lo que establece que 4 000 Tm de carbono son sepultados diariamente a una distancia de 1000 metros hacia el fondo del mar en forma de bolitas fecales. Ello supone, que la Tierra, víctima de ese  calentamiento global a la que la está llevando nuestra inconsecuencia, está desarrollando su propio sistema de limpieza. Esa es una de las funciones autorregulatorias a las que antes me refería.

Así que cuando iniciamos el “Rumbo a Gaia” lo estamos haciendo hacia la madre Tierra considerada, no como un mero soporte físico, sino como un ser vivo, autorregulador y generoso, que pone a nuestra disposición la precisa y milagrosa posibilidad de la vida.