El leve tic tac llamó mi atención sobrecogiéndome. Abrí el maletín que no estaba fechado y, respondiendo a mis temores, apareció un pequeño artefacto de relojería que marcaba una hora peligrosamente próxima a la que señalaba mi reloj.
Con el más terrible horror que cualquier ser humano pueda experimentar, me apercibí de lo que iba a pasar en breves momentos: mi vida, la del conductor y la de los escasos pasajeros que aún quedaban, se hallaban en peligro. Es más, si no conseguía desactivar en breves segundos aquel demoníaco artefacto, volaríamos por los aires, justo al entrar en la próxima estación que, por ser punto neurálgico de líneas, debía estar abarrotada.
Apoyé el maletín en mi asiento. Busqué nervioso en mi bolsillo el pequeñísimo cortaúñas que pendía de mi llavero y comencé a hurgar entre los delgados cables que había en el fondo. Para mi alivio encontré, oculto por los otros, uno de color rojo.
Lo corté. Pero, al ir a sentarme tranquilizado y contento, oí cómo se activaba una grabadora diminuta y una voz, incomprensiblemente divertida aconsejaba:
“Aprende, pardillo, que el color indicador de peligro no tiene que ser necesariamente…”
Rojo, ahora lo sé, sí que es el color de los mismísimos infiernos.
Hola Antonia Maria yo soy una de las chicas que ha estado hoy en el instituto Alfaguara y este es unoo de los relatos que nos has leido. Queria felicitarte lo has hecho genial. Un beso.
ResponderEliminarJaja, el humor desde luego, que no se pierda. Eres una monstrua creadora Antonia María. Hoy entro por primera vez a tu blog, y te aseguro que no será la última. Mi más sincera enhorabuena tanto por tu calidad profesional como por la personal. Imagino que eres consciente de todo cuanto puedes llegar a influir en todas esas chavalas y chavales, y en el germen que en ellos depositas.
ResponderEliminarTe diré una cosa: Podemos olvidar fechas supuestamente importantes de guerras o invasiones, nombres de reinas y reyes, de capitales, mares u océanos. Ahora bien, el nombre de esa profa que nos tocó el corazón, que nos comprendió, o nos enseñó el camino hacia la libertad y el conocimiento, ése, no se olvida por años que pasen.
Olé Antonia.
Un beso.
Lorena (psp)