Cada vez que tú me besas
yo siento que se me empina
el pelo de la cabeza.
Para vivir con acierto
hay que andar de mente vivo
y de sentimiento muerto.
Cuando dices que me quieres
me repites la lección
cogida con alfileres.
Morir es un beneficio,
si se vive transitando
por la calle del suplicio.
A Dios le voy a pedir
que te pague a ti la renta
de lo que me debe a mi.
Lo sabes y no lo niegues,
que en las cosas del querer
el que más quiere más pierde.
He perdio la razón
buscándote en los bolsillos
la llave del corazón.
Te quiero como si fueras
agua llovida de marzo
que al desierto le cayera.
Mi cariño es como Dios:
que no sé donde termina
ni el día que comenzó.
Si tú me quieres, me quedo
metidita entre tus uñas
como barro de alfarero.
A tu vida yo me entrego
como se entrega la llama
que le pone lengua al fuego.
Yo me muero por quererte
y no nos junta la vida
ni nos separa la muerte.
Tó lo que tengo te doy
y tú a otra se lo llevas.
Mira tú que tonta soy.
Por las huellas que tú dejas
ando yo con mis desvelos
como el flan en la bandeja.
Las flores no son de naide;
si me quieres poseer,
pídele permiso al aire.
Qué maravilla,Antonia, qué soleares más bien escritas y con qué gracia.
ResponderEliminarUn abrazo
PD: Como ves, me cuelo en tu casa. Ahora te será dificil echarme.
Hoy me he puesto a curiosear en las secciones de tu blog y he disfrutado mucho con tus soleares. Un beso, Antonia.
ResponderEliminarme acuerdo tanto de ti, amiga que te busco por aquí, por tu casa, me encanta todo lo que llevas dentro. Abrazos
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