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Echad
sobre sus hombros
el peso de rosarios y de súplicas,
tachadle frente y boca
con aspas de molino,
toda una noria de dolor echadle
envuelta en uvas agrias
como besos dolientes,
cercad traidoramente su aliento
con palos verticales,
cazadlo, libélula, en ellos;
el peso de rosarios y de súplicas,
tachadle frente y boca
con aspas de molino,
toda una noria de dolor echadle
envuelta en uvas agrias
como besos dolientes,
cercad traidoramente su aliento
con palos verticales,
cazadlo, libélula, en ellos;
irrigad bajo su piel
otros verbos distintos de sus verbos
y embarrad sus venas con ceniza.
Aniquilad también todas las alas
o no podrá evitar robarlas cada día.
Antonia María Carrascal
¡Me lo llevo!
ResponderEliminarPuedes llevártelo cuando quieras, querida Txaro, pues nadie hay tan merecedora de él que tú.
EliminarUn abrazo.
Me gusta!
ResponderEliminarGracias, Amaia, Un beso.
EliminarCuando la rebeldía se hace poema, cuando grita el poeta no hay obstáculo que le impida volar. Enhorabuena por este tremendo poema, Antonia María.
ResponderEliminarGracias, Elvira. He estado leyendo cosas tuyas y me gustan un montón, así que considero tu opinión muy valiosa. Un abrazo.
EliminarUn derroche de imágenes para deleite del lector.
ResponderEliminarPD: ¿cazdlo?
Un abrazo
Corregido, amigo. Te agradezco la advertencia y la valoración. Un abrazo.
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