Hay tantas cosas para gozar y nuestro paso por la tierra es tan corto, que sufrir es una pérdida de tiempo
FACUNDO CABRAL
Sorprende ver cuánto nos afanamos en ello. Parece ser que sufrir se ha convertido en la única cosa apetecible que hacer sobre el planeta: Sufrir por las cosas grandes y también por las pequeñas. Por el exceso de trabajo o por la falta de él; porque no tuvimos vacaciones o porque éstas no se desarrollaron en el lugar que hubiésemos soñado; porque no tuvimos hijos o porque estos requieren nuestra devoción y cuidados; por la pretensión insatisfecha del amor o porque no merecimos al príncipe del caballo blanco. Y por la nariz, y por las tetas...
Aprendimos tan bien aquello del valle de lágrimas, que se nos escapa eso otro del amor universal y perdimos la pespectiva de dar continuadas gracias porque existe la alegría (aunque hagamos de ella un uso tan elemental y condicionado), y porque una sonrisa es un destello de luz capaz de eclipsar la oscuridad de las lágrimas; porque los abrazos y los besos sean tan baratos.
Tal vez si los besos costaran dinero los valoraríamos tanto que no esperaríamos a la muerte para dar a nuestros seres queridos el beso obligado de despedida.
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