Desmadejado, dúctil, verde y sabio
testigo de la voz que el sur levanta,
instrumento sonoro con que canta
el viento que lo roza, todo labio.
Venero de resina que al agravio
del dolor o la herida presto espanta;
intendente del hambre, mano santa;
de la nave del campo el astrolabio.
Redondez en sus frutos, cual pezones
que Ceres, negros verdes o dorados,
descuelga hasta el deleite sorpresivo.
Sangre ámbar que en lentos canjilones
despilfarran sus frutos machacados,
generosa cesión, sagrado olivo.
Me resulta un logrado soneto, amiga.
ResponderEliminarBeso
Más que bello.
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