I
Me agrando el corazón para el caído,
para el ascua que lucha con la nieve.
Para el sol que perdura cuando llueve
y calienta a los pájaros sin nido.
Para el férreo metal que, conmovido
con la mano del hombre, tierna y leve,
somete su vigor, porque se debe
al golpe que lo tuerce convencido.
para el ascua que lucha con la nieve.
Para el sol que perdura cuando llueve
y calienta a los pájaros sin nido.
Para el férreo metal que, conmovido
con la mano del hombre, tierna y leve,
somete su vigor, porque se debe
al golpe que lo tuerce convencido.
Me agrando el corazón aunque a mi muerte
me tilden de voluble, como el viento
que prende desatino en la campana.
Me agrando el corazón porque es mi suerte
sentir la puya, níscalo sangriento,
que a la entrega le borra la desgana.
Antonia María Carrascal
¿Cómo tildar de voluble a quien alberga un corazón tan hospitalario?
ResponderEliminar¡Qué bello soneto!
Gracias, Txaro, celebro que te guste.
ResponderEliminarUn abrazo.
A mí también me gusta, Antonia. Esa generosidad trasladada a las musas lo hacen más que atractivo.- Besos
ResponderEliminarTambién me gusta a mi, así que estamos los tes de acuerdo, jaja. Otro beso para ti.
EliminarTe ha quedado muy bien el soneto, amiga. Te felicito
ResponderEliminarAbrazos